Académicos

“Por la izquierda”. Vol III.

Guanche, JC y Torres Santana, A. (selección y prólogo) (2015) “Por la izquierda”. Vol IV. Ediciones ICAIC: La Habana. 

De lo plural y lo múltiple (Un breve prólogo)

Las entrevistas que recoge este tercer volumen de la colección Por la izquierda, nacidas todas en formato de video para la serie Videoteca Contracorriente, comparten la preocupación de entrevistadores y entrevistados por pensar los vínculos entre política y cultura desde el otro lado de la historia, del cine, de la literatura, de la investigación social y de la ciencia política.

En esa razón, quien lea encontrará un enfoque compartido: el que busca los diferentes registros de lo popular y comprende que la cultura, la política y la economía no existen independientemente de los sujetos ni de sus luchas, sino solo en los procesos en los que estos se reproducen.

Este enfoque permite desarrollar de formas diversas —como eje que atraviesa las cuatro secciones en las que está dividido el libro—, una reflexión política sobre el pueblo, sobre las culturas populares y sobre los procesos de circulación de lo cultural. Al hacerlo, el volumen se desentiende de la «multitud», categoría que gozó de cierta fama en el pensamiento social de la última década a partir de la aparición de Imperio y Multitud. En la idea de Toni Negri y Michael Hart, autores de ambos libros, la multitud se opone al concepto de pueblo —argumentando defender la diferencia y la comunidad—, que se considera inoperante analíticamente en los tiempos de la 
«posmodernidad»: «El pueblo es uno. (…) La multitud, por el contrario, no está unificada, sigue siendo plural y múltiple. (…) Las partes componentes del pueblo son indiferentes dentro de su unidad; se convierten en identidad negando o dejando de lado las diferencias. De este modo, las singularidades plurales de la multitud contrastan con la unidad indiferenciada el pueblo».

Los postulados centrales de la multitud —hegemonía del trabajo inmaterial, énfasis en la diferencia, centralidad de la construcción de espacios comunes que emergen a partir del «desarrollo de las fuerzas productivas» del capitalismo, creencia en que el trabajo dentro del capitalismo «nos une» a través de los procesos de comunicación y colaboración que genera, etc.— comprenden la situación y los intereses de los trabajadores del nivel más alto de la tecnología capitalista como la condición universal de la vida social. Por el contrario, en este libro puede encontrarse cómo el valor explicativo de lo popular impugna esas lógicas polarizadoras y universalistas. 

El reduccionismo implícito en la noción de multitud invisibiliza varios procesos. Primero, desconoce el hilo de continuidad existente, como afirma Silvia Federici, «entre el trabajador de la computación y el trabajador del Congo que extrae el coltán [mineral empleado para fabricar componentes de la industria electrónica] con sus propias manos para sobrevivir, antes de ser expropiados y pauperizados por las repetidas rondas de ajustes estructurales o de los constantes robos de tierras y recursos naturales comunitarios». Segundo, obvia que el «desarrollo de las formas de producción capitalista» no engendrará los lazos sociales necesarios para su subversión. No es en la multitud sino en el pueblo donde se teje la organización colectiva, que es tanto una cuestión política como una cuestión cultural.

El proceso de construcción del capitalismo, desde sus inicios, buscó vaciar y deslegitimar las formas de lo popular: borró la reflexión sobre el pueblo y su cultura, al encontrar en las culturas populares el núcleo beligerante de la resistencia. Es así como, por ejemplo, se clasificaron como «motines» las rebeliones populares por los precios del pan y la manteca en la Inglaterra del siglo XVII y hoy se le llama «terrorismo» a formas diversas de resistencia popular. En estas prácticas, el pueblo no solo hablaba de su hambre, sino también de su derecho, practicado hasta entonces, a fijar por mutuo acuerdo los precios de esos productos en tiempos de escasez, como defiende actualmente el derecho a disponer de una economía que priorice la reproducción de la vida humana y natural en lugar de la maximización del capital. Dicha convicción materializaba costumbres tradicionales, derechos y prácticas legitimadas en la cultura popular que eran defendidas, desde ahí, frente a la irrupción de la idea de la economía natural y autónoma, como sintetiza hoy la impugnación a las «leyes de la economía» y a las «necesidades del mercado». Lo que ha estado en juego entonces y ahora a través de las resistencias generadas desde las culturas populares es la disputa por la legitimación del capitalismo como única forma de reproducción de la vida. 

Por otra parte, en el proceso de conformación de los estados nacionales el pueblo fue confundido con la nación. Las diferencias culturales que lo constituían, expresadas en las culturas populares, se consideraron amenazas a la centralización del poder estatal. La creación de las «culturas nacionales» resultó así otra manera de arremeter contra las formas populares de existencia social. El proceso de formación de las tradiciones nacionales fue narrado como simples trámites para configurar instituciones y relaciones sociales que garantizaran la «esencia» de la nación.

En ese camino, se ha hecho creer que la cultura mira al pasado, y se han desconocido al unísono los procesos históricos, y dinámicos, de conformación de lo popular y el sentido social, y político, de las diferencias culturales. Por lo mismo, las diferencias entre los pueblos se han codificado a lo largo de siglos en los términos de «civilización vs. barbarie» —un dispositivo discursivo colonial que acompañó el surgimiento del capitalismo en América latina—, al tiempo que han sido consideradas como «culturales» diferencias que son económicas y políticas y se han despolitizado las diferencias propiamente culturales. No obstante, como demostró con exhaustividad E. P. Thompson, la historia de las culturas populares ha sido la historia de la organización de los pueblos y de las luchas de las clases trabajadoras y así han sido fuente de lo plural y de lo múltiple.

En este horizonte, las entrevistas compiladas exponen fluidas reflexiones sobre América latina, que parten del espesor de lo cultural y ponen el énfasis en la trama de las relaciones políticas. Por la misma razón, es posible encontrar en el libro voces muchas veces ausentes, provenientes de África, el Caribe y Medio Oriente.

Las diecisiete entrevistas incluidas en Por la izquierda, volumen III crean, de conjunto un espacio común en el cual se comprende que el silenciamiento de la presencia de África en América latina, la existencia de la deuda externa, el cine latinoamericano que no se ve en nuestras pantallas, y las historias olvidadas que necesitan ser narradas, son situaciones estructuradas por nexos de comunicación cuyas causas, dinámicas y soluciones requieren comprensiones integradoras. Es un libro compuesto, también, por reflexiones que, en alta voz, disienten entre sí y entienden la necesidad del debate. 

El volumen II de Por la izquierda anunciaba encontrar la relación entre lo que los anarquistas llamaban el programa máximo y el programa mínimo: la interrelación entre los triunfos reformistas y los radicales que, en su combinación, devienen revolucionarios. Esta nueva entrega promete lograr el vínculo entre la Pequeña Política y la Gran Política gramsciana, entre la que se preocupa por las estructuras sociales y económicas y aquella que da cuenta de las cuestiones parciales y cotidianas que organizan la política en todos sus registros. El espacio entre la pequeña y la gran política es donde se define la democracia: donde el pueblo puede ejercer de pueblo encontrando la comunidad libertaria, que moviliza, sostiene y renueva los caminos de las izquierdas.

Los compiladoresLa Habana, enero de 2013