No llamarle crisis a lo que está pasando en Cuba es un capricho interesado o un interés perverso. Lo que no se nombra no existe y no se puede analizar y transformar. Hay una crisis, o varias.
Hay crisis económica, imposibilidad de sostener la vida, escasez, baja exponencial de los ingresos y alza estrepitosa del costo de la vida, desmantelamiento de los arreglos que hasta hace poco permitían reproducir la existencia no sin precariedad. Hay crisis del sistema de salud, escasez inmanejable de medicamentos y anticonceptivos, a pesar de los avances con los candidatos vacunales contra la Covid, donde está parte de alguna esperanza en algún porvenir. Hay crisis de cuidados. Hay crisis política, hay bloqueo de Estados Unidos, hay más fracturas visibles que consensos. Hay un PCC que no habla de desigualdad ni de pobreza en su Congreso sino de «firmeza ideológica». Hay una buena parte de la oposición política que no proyecta interés por la justicia integral, radical, ni considera a las muchísimas personas que llevan décadas haciendo y cambiando cosas en los barrios y en muchos lugares de esto que es Cuba; que argumentan una libertad desconectada de la desigualdad real (no esa a la que se refieren como un movimiento estético) y de la igualdad posible en el mundo realmente existente; que performan el mundo deseable de la vida a partir de un rasero de rectitud anti-comunista, anti-socialista o aparentemente desideologizada. Hay muchas personas a quienes ni el Congreso ni la oposición le dicen nada porque, como me dijo un carretillero hace ya unos años: «la gente de la calle que tiene que sudar trabajando, no tiene tiempo para eso [para la política]». Hay más.
Hay discursos de miedo marcando el tempo y contenido de todas las interacciones. Hay grupos que defienden no la violencia revolucionaria frente a un agresor externo sino la represión ilegítima, la cosificación del Estado, la muerte de todo lo que no es ese Estado-cosa al que aspiran, la clasificación y reclasificación arbitraria de enemigos, los asesinatos civiles, el borramiento público de todes quienes no son elles, que quieren una Cuba impoluta que sea su propiedad privada, que continúan vaciando de contenido al socialismo mismo, que suponen que hay alguna virtud en recordar que en barrios populares como San Isidro -epicentro de la atención en estos días- también se vacuna a las personas mayores contra la Covid como si la salud no fuera en este país un derecho sagrado que jamás puede colocarse, así sea sutilmente, en algún canal de cuestionamiento o de condicionalidad respecto a la filiación ideológica de las personas. Hay afirmaciones del miedo en otros lugares, exigencias de pureza moral; discursos que son lo mismo pero al revés; recordatorios que quienes reprimen también podrán hacer uso de las medicinas que manda la emigración como si, otra vez, la salud fuera una ficha. Hay listas que hacen estos y aquellos para el día del juicio final. Hay ganas y morbo de que llegue el juicio final. Hay una Cuba en crisis en las redes sociales y hay una Cuba en crisis que no es la de las redes sociales y para la cual la crisis es otra cosa, que no está en ninguna lista, que no existe. Hay gente dando la vida por contener la pandemia en los laboratorios y centros científicos, y hay gente dando la vida en las colas para tener qué comer. Hay gente de Cuba, fuera y dentro de Cuba, dando su tiempo y recursos por amortiguar las crisis en la coyuntura y más allá de la coyuntura, tramando solidaridad; y gente de Cuba, fuera y dentro de Cuba, dando su tiempo y recursos para que eso no suceda.
Hay una América Latina alrededor sin la cual no se puede entender Cuba, donde el empobrecimiento también crece y lo mismo con la represión y las muertes por Covid y por las otras pandemias (políticas, económicas, ecológicas). Hay un orden político regional, global, imperial, sin el cual tampoco se puede entender Cuba o, lo que es más importante, pensar e imaginar las opciones de porvenir de Cuba.
Entre el miedo, el odio y la fuerza se están dirimiendo las crisis. Hay jóvenes socialistas que se pronuncian contra la represión y van a parar a una estación de policía y hay anti-socialistas de facto pujando por su pedazo del pastel que no son cuestionados. Hay un opositor al gobierno, Luis Manuel Otero, declaradamente anti-comunista, que está en huelga de hambre con demandas específicas, atendibles y legítimas, y hay una gestión estatal de ese conflicto que es también anti-comunista porque no puede haber nada más importante que la vida para el socialismo y para el comunismo.
Quiero una Cuba donde todo esto que hay, y que no hay, esté en el centro de la cosa pública. No una cosa ni dos. Todo, o cada vez más.